«La resistencia de las mujeres en nuestro país es difícil de igualar. Llevamos décadas exigiendo la paz, uniéndonos y tejiendo vida a nuestro alrededor. Nuestros cuerpos han estado en el centro del conflicto armado, pero también lo ha estado nuestro trabajo de construcción de paz en primera línea.»
Kelly Campo Becerra es una joven activista y defensora de los derechos humanos que trabaja como coordinadora de la Organización Femenina Popular (OFP), una asociación de base de la sociedad civil centrada en promover los derechos de las mujeres y las niñas en el Magdalena Medio, un extenso valle situado en la parte central de Colombia que se convirtió en uno de los focos principales de violencia durante los casi 50 años de guerra interna del país.
Rica en petróleo, gas y carbón, la región se convirtió rápidamente en un bastión de las dos principales guerrillas implicadas en el conflicto, las cuales aterrorizaron a las comunidades rurales, especialmente a mujeres y niñas, para mantener su hegemonía social, acumular tierras, y asegurarse el acceso a estos territorios ricos en recursos.
«Todas las comunidades de Colombia deberían poder permanecer en su territorio sin ser desplazadas. Día tras día defendemos el medio ambiente y luchamos contra la explotación indiscriminada los recursos, muchas veces a costa de nuestras propias vidas.»
En marzo de 2024, el Fondo de Mujeres para la Paz y la Ayuda Humanitaria (WPHF, por sus siglas en inglés) proporcionó apoyo a Kelly a través de su Ventana de Financiación para las Defensoras de los Derechos Humanos para asistir a la 68ª sesión de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer (CSW68) en Nueva York, donde reiteró que, para quienes viven en los territorios, lejos de Bogotá y de otras zonas urbanas más grandes, la guerra está lejos de haber terminado, instando a la comunidad internacional a incrementar su apoyo a las iniciativas de paz dirigidas por mujeres y centradas en abordar las causas del conflicto, tanto en Colombia como a nivel global.
«Para hacer la guerra se necesita mucho dinero, pero para promover la paz también se necesita dinero. No podemos construir la paz sin un enfoque integral que permita promover y proteger los derechos de todos.»
Desde 2018, Kelly y su organización han trabajado con WPHF en dos ocasiones (gracias al apoyo técnico de ONU Mujeres Colombia) para implementar un proyecto que tiene como objetivo promover en el liderazgo y la autonomía económica de las mujeres y las niñas en Yondó, Antioquia, una región plagada de industrias extractivas altamente masculinizadas donde las mujeres apenas tienen acceso a trabajos remunerados y empleos de buena calidad. Gracias al apoyo de WPHF y del Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo de Alemania (BMZ), la OFP y sus más de 2.500 miembros han podido ofrecer oportunidades financieras y de emprendimiento a cientos de mujeres afectadas por el conflicto armado, reforzando su papel como líderes comunitarias y haciéndolas menos vulnerables a los grupos armados.
«Colombia necesita más mujeres en puestos de liderazgo: mujeres que tengan las ideas, la iniciativa y las herramientas para impulsar acciones transformadoras y sostenibles. Cuando las mujeres desarrollan sus habilidades y tienen acceso a los espacios correctos, su compromiso se extiende a todos los que las rodean.»
Nacida en Barrancabermeja, una ciudad en el Magdalena Medio asediada durante décadas por masacres, secuestros, desplazamientos forzados y una pobreza galopante, Kelly se niega a hablar de la guerra en pasado. Tal y como explica, nuevos actores se suman cada día al conflicto en distintas partes del país, atacando a activistas de la sociedad civil (en especial a mujeres y líderes indígenas) y socavando la labor de organizaciones de mujeres como la OFP, las cuales siguen liderando la lucha por la paz en Colombia.
A pesar de estos retos, Kelly ha sido testigo directo del impacto que su trabajo con WPHF ha tenido sobre el terreno, movilizando a mujeres y niñas en zonas remotas a las que antes era difícil llegar y dándoles las herramientas para participar de forma significativa en actividades comunitarias de consolidación de la paz. Este proyecto fue, como ella dice, la «investigación social perfecta» para conocer mejor los problemas a los que se enfrentan las mujeres que sufren marginación, ayudarles a responder a esos retos y reforzar su papel en el fortalecimiento del tejido social de sus comunidades.
«La paz va mucho más allá de las negociaciones y de silenciar las armas: es nuestro derecho como mujeres a permanecer en nuestros hogares, el derecho a tener justicia social, el derecho a disfrutar de la igualdad de género y el derecho a garantizar que se respeten plenamente nuestros derechos humanos.»
Para Kelly, invertir en las mujeres es, sobre todo, invertir en el poder colectivo y la experiencia de quienes llevan años en los territorios, diseñando y proponiendo soluciones para poner fin al interminable ciclo de violencia e inestabilidad de Colombia. Sin embargo, tal y como señala, el dinero es sólo una parte del apoyo que se necesita. Para que prevalezca la paz, la comunidad internacional también debe estar ahí, en los territorios, siguiendo lo que ocurre sobre el terreno y prestando apoyo (no sólo económico, sino también político, social y emocional) a las mujeres constructoras de paz, trabajadoras humanitarias y defensoras de los derechos humanos.